Desde la óptica de la educación, el término “innovación” es visto como una forma de hacer las cosas y prácticas de manera distintas, que supone alcanzar resultados distintos, y que, inspirado en Albert Einstein (1879-1955) en la frase que se le adjudica al respecto: “Locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes”, nos compromete al desarrollo de un pensamiento holístico, creativo y crítico, capaz de analizarnos y evaluarnos en la búsqueda permanente por una excelencia educativa transformadora e integradora.
La gestión organizacional de los centros educativos, debe tener como “punta de lanza”, la gestión de la innovación, misma que se debe de configurar como un elemento necesario para mejorar las prácticas y procesos internos que buscan un impacto positivo en el proceso de enseñanza y aprendizaje y, por tanto, en la gestión escolar.
La innovación es un proceso de aplicación que surge del pensamiento analítico y la creatividad y que explora soluciones a determinados problemas o necesidades, innovar no es una varita mágica que cumple deseos, la innovación parte de la idea, del deseo por hacer mejor las cosas, la curiosidad y el riesgo, en definitiva, la innovación es un proceso ingenioso que aporta valor a lo que se ha venido haciendo y se desea mejorar o que crea las condiciones para nuevos procesos que pretenden generar un gran impacto en el entorno educativo.
Lo que muchas veces no se logra entender, es que la gestión va más allá de hacer uso de los recursos, la gestión es un proceso de cambio que inicia con la motivación personal, que apuesta por aportar y colaborar con los intereses educativos puestos en común. La gestión educativa debe estar estrictamente vincula con la gestión organizacional y estratégica, pues, no es posible pretender alcanzar grandes resultados, cuando no se cuenta con una visión de hacía dónde se quiere llegar y, por supuesto, la gestión administrativa juega un papel determinante para el cumplimiento de los objetivos finales.
Es, por tanto, la gestión de la innovación educativa, un reto permanentemente transformador y que debe ser parte de la cultura educativa para impulsar cambios de tipo pedagógicos y didácticos, no sólo en materia de equipamiento tecnológico que, si son importantes, pero que no lo son todo. En este sentido, se deben de considerar aspectos esenciales y de enormes compromisos como un plan de formación y actualización docentes, apostar por la investigación y la implementación de proyectos. La manera de ver la educación tradicional debe de cambiar y favorecer las competencias y habilidades de los aprendientes a través de un aprendizaje basado en problemas.
Los centros educativos como organizaciones vivas
Si nos referimos a los centros educativos como estructuras edificadas, cuyos sedimentos soportan el peso y las envestidas del clima, es porque tenemos una visión limitada y carente de lo que realmente es un centro educativo y por consecuente, la educación.
La efectividad de la gestión educativa es directamente proporcional a la estructura organizativa y esto no está relacionado al tamaño de los centros educativos, o, si es público o privado, sino a la manera de concebir la educación. De ahí que es importante reconocer que los centros educativos son organizaciones vivas, capaces de transformarse así mismas y que, en materia de innovación pedagógica están relacionadas con la idea de introducir nuevas concepciones a los procesos ya existentes, es, por tanto, un sistema adaptable que redefine su propósito conforme es necesario.